seminario de chilapa

Capilla “Inmaculada Concepción” (Seminario)

El primer Obispo de Chilapa Mons. Ambrosio María Serrano y Rodríguez, ordenó al Sr. Cura de Tixtla Don Vicente Hernández: “Edúquese principalmente a los pobres e idiomas de cualquier lugar de la Diócesis”, se hablaban 5 dialectos.

El Seminario de Chilapa nace principalmente por la inquietud del Obispo Ambrosio Serrano, de poder atender a las personas en sus idiomas y comprender a los feligreses en su propia situación de pobreza y marginación. Así nace nuestro “Seminario Diocesano de La Inmaculada” el 15 de Enero de 1968.

La Erección Canónica de la Diócesis de Chilapa fue decretada por su Santidad Pío VII en 1816, con la Enciclica “UNIVERESI DOMINICI GREGIS”.

La Guerra de la Independencia impidió su ejecución.

El primero de Marzo de 1860 ordena su erección el Papa Pío IX y el 26 de Enero de 1862 se ejecutó el Decreto con la Bula “Grave Nimis”, nombrando como primer Obispo en 1862 a Mons. Ambrosio María Serrano.

Impedido de entrar en su territorio diocesano por la lucha entre liberales y conservadores tuvo que dirigir la Diócesis desde el destierro en San Martín Huaquechula, Puebla.

Así con su Obispo desterrado nació nuestro Seminario Diocesano de la Inmaculada.

El pasado 15 de Enero de 2018,  tenemos la gracia, gloria sea dada a Dios, de celebrar los 150 años de la Fundación de nuestro Seminario Diocesano de la Inmaculada.

Gran honor para nosotros pero a la vez gran compromiso y responsabilidad para la Iglesia particular de Chilpancingo-Chilpa.

Gracias a los Padres Eudistas que por tanto tiempo fueron los formadores y maestros de nuestro Seminario. Gracias al pueblo de Dios, a los amigos del Seminario que con tanta bondad nos han sostenido con su oración, buen ejemplo, animación y su apoyo económico.

Cuando nació la Diócesis no eran tiempos fáciles, existían grandes retos evangelizadores, si fue en tiempos del Papa Pío VII, tiempos de la Independencia no se pudo Ejecutar, el mismo Papa fue desterrado a Francia por Napoleón, si fueron los años de 1860, se dio la lucha de Conservadores y Liberales le impedían al primer Obispo entrar a su Territorio.

Y este hoy, que estamos viviendo, no está exento de tantas dificultades y problemas en todo el suelo patrio, en nuestro estado de Guerrero, y en particular en nuestro territorio diocesano.

“Existen muchos miedos, se han derramado lágrimas, existe el mal sentimiento del rencor y la venganza, la inseguridad y la muerte rondan por nuestras calles y caminos. Huele a muerte”. (Mons. Salvador Rangel Mendoza, 15 de enero de 2018),

Pero tenemos la promesa del Señor Jesús: “Y sepan que yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). No caminamos solos, esta es la obra de Dios, la obra del Espíritu Santo. Debemos fortalecer la esperanza y no darle muerte, debemos fortalecer la fe y la confianza en el Señor de la historia. Nos acompaña María, la madre de los Sacerdotes.

Queremos una Iglesia comprometida con la paz, constructora de la paz, defensora de la paz, instrumento de paz. Como un fruto del Espíritu “tengan amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, fe, mansedumbre, templanza, contra tales cosas no hay ley” Gal 5, 22-23.

San Agustín de Hipona rezaba a Dios: “Pero toda mi esperanza estriba en tu muy grande misericordia. Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”. (San Agustín, Confesiones 10,26,37.

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